—Oiga, jefe.
—Ya estamos. A ver qué quieres ahora.
—Pues que le estaba dando vueltas a la cabeza…
—No, si muy en su sitio no la tienes, la verdad.
—Bueno, jefe, pues lo que le decía. Que estaba yo con mis pensamientos sobre lo importante que es la referencia musical del año en que nacemos, como contexto histórico, y, tras la charla del otro día, me he quedado con una duda.
—Tu dirás.
—La duda que tengo es que los temas que escuchamos sólo eran españoles.
—¿Te diste cuenta ahora?
—¿Qué?
—Lo que yo te diga. Ya lo sabía, pero estaba esperando a que me lo preguntaras. Por eso te tenía preparada una selección de temas en inglés, porque en esa época era lo que molaba más, lo que llamaba más a la gente joven y porque era mucho mas moderno el escuchar música en ese idioma.
—Eso es trampa, jefe.
—No, eso es centrarse en lo que te gusta, que te despistas más que una mosca, pero te doy el beneficio de la duda porque te has dado cuenta tú solito del tema.
—¿Y qué hacemos ahora, jefe?
—Muy sencillo, vamos a ir hasta el mueble donde tengo los discos, localizamos los que tengo en la cabeza y que corresponden al año 1974, hacemos una selección de ellos y los escuchamos, para que te des cuenta de que muchos de los sonidos, ritmos y matices musicales están más que utilizados en los grupos actuales, que parecen que no han evolucionado ni saben hacer música sino es tomando prestado lo de mis viejos conocidos.
—Es usted un poco moñas, ¿no?
—¿Yo, moñas? ¿Pero de dónde has sacado tu esa expresión, que podía ser de mi abuelo? Escúchame bien, chaval. Ya les gustaría a muchos de tus colegas, amiguitos músicos, componer, aunque sólo fuera una vez en la vida, un tema que se acercara a alguno de los que vamos a escuchar. Te puedo asegurar que la calidad, las letras, ritmos, las voces, de esa época, raramente las escucharás ahora si no es con millones de filtros y el autotune. Antes, o valías, y valer significaba saber cantar y tener buena voz, o de patitas a la calle a trabajar de lo que fuera. Todos querían triunfar, pero sólo unos pocos y muy buenos llegaban arriba. Ahora es todo negocio, marketing y dinero para las radios y la tele. Grupos y cantantes que, la mayoría de las veces, no pueden cantar fuera de un estudio porque se nota que son un producto de programas informáticos, y los que valen de verdad se cuentan con los dedos de la mano.
—Está usted muy combativo hoy.
—No, lo que pasa es que estoy hasta la higa de que nos quieran vender música que no lo es, sino bases de ritmos, que me parece bien, pero que está demasiado enlatado; cantantes que no lo son; grupos que ni se acercan a lo que significa ese concepto y que me hablen de nueva música cuando, en la mayoría de las ocasiones, son remezclas o refritos de clásicos de toda la vida.
—¿Y qué hacemos, jefe?
—Lo que te acabo de decir. A poner los vinilos y a disfrutar.
—Ya estábamos tardando.
—Lo que te dije el otro día: no todo está perdido.
Abrazos musicales.
Alejandro Guillán
La mirilla curiosa.