Seguro que a alguno de vosotros le ha pasado alguna vez que, en algún momento, ha sentido que los nuevos grupos parecían tocar las mismas canciones, sonar de la misma manera. Uno pensaba que aquello iba a acabar mal. Pero sin saber por qué, al cambiar de emisora, buscando algún vídeo en Youtube y haberle dado al click que no era, aparece una una canción que para tu mano, centra tus oídos y escuchas.
A mí también me pasa, me ha pasado y deseo que me siga pasando. Lo sorprendente es que no importa quien sea el cantante o su nacionalidad. Lo importante es que te ha transmitido algo con su música que no vas a olvidar porque la música no se olvida. Ocurre que si vemos miles de fotos, el ser humano las recuerda todas. con la música ocurre lo mismo. Cuando escuchamos algo que nos conmueve jamás se borrará de nuestro recuerdo.
A mi me ocurre, e imagino que a más de uno de vosotros seguro, que a quienes amamos la música de verdad y la sentimos en lo más profundo de nuestro ser, somos capaces de captar lo que el tema musical quiere transmitir. Al escuchar la melodía y la voz unidas sentimos que entendemos cual es la temática y parece que podemos inventar nuestra propia versión.
En este caso, Idan Raichel llego a mí a través de una discográfica muy especial: Putumayo. Recopilatorios de músicas de todo el mundo y entre tantos temas, uno de este artista israelí. Fue escucharlo y soñar, dejarme llevar por la melodía y viajar. Entró en el fondo de mía alma y sentí mucha paz, mucho amor. Lo mejor de todo es que, en la letra, ese sentimiento, el amor, es esencial y también el hilo conductor.
Desde aquel momento paso a mi lista de música que considero mía por lo que me transmite, por lo que me hace sentir y recordar y porque lo bueno se guarda y, al pasar el tiempo, se recupera y uno escucha nuevamente ese tema musical como si fuera la primera vez, para volver a recordar la emoción de las imágenes que asomaron a mi mente aquel día.
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