Miguel Ríos

Miguel Ríos es historia de la música con mayúsculas, desde principios de la década de los 60, ha marcado con su talento, su voz y su magia varias generaciones de españoles, y de otros países del mundo, forjando con trabajo la imagen de un artista, cantautor y guitarrista, que ha creado, además de muchos éxitos, canciones que han sido himnos que han quedado grabados en el corazón y la mente de muchos de nosotros.

Son tantas canciones, estilos, ritmos y demasiadas emociones, como para poder condensarlas en unas pocas palabras.

Es de esos grandes cantantes que, cuando comienza a cantar, reconoces su voz sin ni siquiera tener que verlo. Es fuerza, es potencia, es control, es bagaje, es eterna carretera, entrega al público, cerveza, concierto tras concierto, sudor, palmas, cuerda de guitarra, rock, balada, intensidad, entrega, pasión, noches que no terminan y mañanas de sueño, ciudades que quedan atrás una tras otra, a la que volverán, a lo mejor, en la siguiente gira.

Y así un día tras otros, año tras año, disco tras disco, entrevista tras entrevista. Ahora parece que está en una especie de retirada permanentemente dilatada, que le hace aparecer menos, pero cuando lo hace, todos queremos volver a escuchar esa voz que, aunque más vieja, suena igual, incluso mejor, que antes.

Yo quiero volver a escuchar eternamente Bienvenidos, El blues del autobús y Marilyn Monroe y otras muchas canciones, pero no en un disco póstumo. No, yo quiero escuchársela a él una vez más.

El día que ya no esté, estoy seguro de que el cielo comenzara a temblar y vibrar porque los hijos del Rock & Roll lo recibirán como se merece y, eso será el milagro definitivo, abrirá sus puertas para que, desde el infierno, los ángeles caídos puedan entrar para disfrutar de un más de sus conciertos.

Miguel Ríos es uno de esos artistas que naces una vez cada mucho, mucho tiempo, pero que dejan huella para siempre y, sobre todo, para la eternidad en la historia de la música y en la del Rock en particular.

Abrazos musicales.

Alejandro Guillán

La mirilla curiosa

Bob Marley

AROSAEl amor es un sentimiento que todos los seres humanos sentimos hacia otras personas. No importa el color de piel, nuestra ideología política, sexo, edad, lugar de nacimiento, etcétera. Nos acercamos a él una y otra vez con la inocencia de sentir que es un momento importante y esencial en nuestras vidas.

El amor busca, nos hace mejores personas y, sobre todo, nos abre enorme abanico de experiencias personales que podemos vivir de manera intensa. Una de las formas en que el amor se representa es a través de la música. Cuando uno piensa en la música de Bob Marley se crea en la mente una imagen estereotipada del personaje, cuando ha sido mucho más que eso.

Este hombre creo un sonido propio que transmitió al resto del mundo. Uno de los mensajes más importantes que lanzo fue el del amor. El ser humano tiene la capacidad de amar a sus semejantes de forma casi infinita. Por eso la música de este cantante no solo es ritmo. Estamos hablando de sentimientos íntimos convertidos en partituras, en letras, es canciones.

No voy a engañar a todos diciendo que me gusta toda su discografía ni mucho menos. No. Yo soy de los que sienten la música a través de temas concretos que me hacen vibrar. En este caso, Marley tiene varias canciones que son himnos, pero en este caso, hay uno que sobresale entre todos porque respira felicidad, amor y positividad.

El ser humano es bueno, aunque a veces parezca lo contrario. Por eso parecen, existen personas que nos lo recuerdan a través del arte, nos hacen recordar la importancia del amor, de transmitir ese sentimiento a los demás para hacer, de este, un lugar mejor. Cada uno de nosotros tiene en su mano amar.

Bob Marley ha conseguido que su sonido sea reconocible al momento de escucharlo, de transmitir a través de una voz inconfundible y que desapareció demasiado rápido en el tiempo. Como él, como ocurre en muchas ocasiones, no habrá nadie. Lo importante es que algunos de sus temas musicales nos hacen sentir mejor, nos hacen disfrutar y despiertan una sonrisa en nuestro rostro.

© La Mirilla Curiosa